¡Buenos días! 🙂
Esta semana toca escribir en español, así que aprovecho para hablar de uno de mis temas favoritos.
De las primeras cosas que me llamaron la atención al llegar aquí, fue cruzarme por la calle con toda esa cantidad de perros que andan libres, sin miedo a las personas, si no todo lo contrario, es muy normal que se te acerquen amorosos o te acompañen en tu camino.
No tardaron en explicarme que la municipalidad se encargaba de vacunar a estos perros y son los vecinos o los dueños de los restaurantes los que les dan comida y agua. La calle es su hogar pero eso no significa que no tengan una vida saludable; son perros grandes, sanos, guapos y tranquilos.
Al parecer, hace años, se recogían todos los perros callejeros y se les llevaba a la perrera, donde seguramente acababan matándoles, como ocurre en España. Hasta que un día la gente se manifestó en contra de esto y se logró esta nueva medida que también incluye la castración subvencionada por el gobierno para evitar que el número de perros callejeros sea tan alto que no sobrevivan. Las protectoras se ocupan de llevarlos al veterinario donde los castran y vacunan o atienden si están enfermos y les marcan con una chapita en la oreja.
Ocurre lo mismo con los gatos y de esta manera, conviven todos juntos en las calles.
Es común también encontrarte perros y gatos en los comercios y bares, tumbados o dándose una vuelta tranquilamente, los dueños no suelen hacer restricción a los animales.
Es de las cosas que más me gusta de vivir aquí. Me encanta salir a la calle y saludar a todos esos perros que se me acercan. O compartir mesa en una cafetería con cualquier gato que me quiera hacer compañía ♥️